• La modalidad del «skateboarding» está aumentando el número de seguidores que reciben una formación reglada para mejorar la seguridad.

Tendencia al alza. La afición por el «skateboarding» o monopatinaje coge protagonismo en Santa Pola, ya que en los últimos años se ha profesionalizado esta modalidad urbana que acoge cada vez a más jóvenes.

«Los jueves por la noche nos reunimos los patinadores con barba, un grupo de cuarentones que sentimos el «skateboarding» como forma de vida y una manera de compartir, alejados de la competición». Claudio Pastor es un torrevejense que pasa más tiempo en Santa Pola que en su tierra natal desde que la villa marinera cuenta con un skate park, enclave en el que puede llegar a pasar largas horas deslizándose con la tabla de madera, que es casi como una extremidad más de su cuerpo cuando practica el monopatinaje.

Él es uno de los miembros del Club Drac Skate de Santa Pola, el primer colectivo federado de la localidad sobre esta disciplina, que se fundó en 2016 poco tiempo después de que se levantasen las instalaciones del skate park sobre un solar de casi 5.000 metros junto al pabellón de Xiprerets, que costó medio millón de euros. Tres años después, desde el ente local están satisfechos de que se haya visibilizado más el sector «tocando en la tecla, porque hasta entonces había un rango de jóvenes que tenían pocas opciones en la localidad si no les gustaba el fútbol, el kárate o el balonmano, y ahora ha cogido fuerza como institución con un apoyo a nivel de enseñanza» , reseña Emilio Valero, coordinador del club.

Es decir, aquel revulsivo urbano y callejero que nació en la década de los cincuenta en Estados Unidos, y que después se expandió a España, ha ido profesionalizándose hasta el punto de que el comité olímpico aprobó la inclusión de esta modalidad en los Juegos de Pekín para 2020, una situación que ha generado un debate sobre si esta práctica puede evaluarse como un deporte, ya que los más puristas lo siguen considerando un modo de expresión.

Cada vez más jóvenes

En cuanto al fenómeno, está bajando la edad media de quiénes se inician en el monopatinaje. Los grupos que reciben clases son más heterogéneo y pueden verse desde escolares de seis hasta catorce años. Es por ello que la formación que se les ofrece tiene un alto componente dirigido a reforzar la seguridad y las medidas de prevención con cascos, coderas y rodilleras para que los usuarios se hagan el mínimo daño después de una caída, una formación fundamental que los más veteranos no obtuvieron en su día, cuando la práctica se vivía de las calles y los jóvenes se deslizaban por barandillas y escaleras de forma más rudimentaria.

En cuanto a instalaciones, los usuarios reseñan que el parque de patinaje de Santa Pola es uno de los referentes de la provincia, aunque echan de menos más barandillas y más elementos de iniciación como los cajones, que sirven para perder el miedo a las rampas. Por otro lado, desde el club tienen la asignatura pendiente de armonizar más el espacio para todos los usuarios, ya que se dan casos de algunos que utilizan el «scooter» (patinete con manillar) de una manera irresponsable y cruzan una de las líneas rojas de estas modalidades, como es invadir los circuitos mientras ciertos «skaters» hacen sus demostraciones y «trucos» en el «bowl» (pista).

Según Claudio Pastor, experto de monopatinaje, hay cierta contrariedad entre la tabla tradicional y quiénes utilizan los patinetes antes mencionados, algunos de ellos a motor, ya que «muchos padres traen a sus hijos pero no saben explicarles las medidas de seguridad, y tampoco hay veteranos de esta nueva modalidad que puedan inculcarles el respeto». Extrapolado a la vía pública estos aparatos electrónicos están causando cierto revuelo por la actitud incívica de algunos usuarios e incluso el pleno aprobó en la última sesión una moción de Ciudadanos para regular la circulación de estos patinetes.

Aún y así desde el club Drac trabajan para fortalecer valores de estas disciplinas que aunan el estilo personal y destrezas en el que todos y todas tienen cabida, como Raquel y Claudio, un matrimonio que acude cada fin de semana con sus hijos de siete y diez años para practicar el skateboarding, una aventura que los une más como familia. Desde el club también plantean incorporar terapias para que las personas con discapacidad puedan mejorar el equilibrio y adquirir nuevas sensaciones.

Por: J. R. Esquinas
Fuente: Diario Información (24 feb 2019).
https://www.diarioinformacion.com/baix-vinalopo/2019/02/24/arte-salta-barreras-urbano